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miércoles, 14 de diciembre de 2011

#177



Ya no sé ni qué hacer. Ni qué decir, y en el caso de que supiera qué decir tampoco sabría cómo decirlo. Llega un momento en el que te sientes tan impotente que lo único que quieres es meterte en su cama, hacerte una bolita a su lado y dejar que el tiempo y las palabras resbalen por encima de las mantas. Como si nada pudiera entrar.

Como si fuésemos un par de niños que piensan que la manta y la cama son el refugio más poderoso de todos, que nada puede entrar allí, ni el monstruo más poderoso.

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